CONVERSANDO EN DEBATE
POR RICARDO GARCÍA TREVIÑO
La Edad Media, época de oscuridad y de luz, dónde la brillantez y santidad de Francisco de Asís, Antonio de Padua y Tomás de Aquino, entre otros, contrastaron las épocas obscuras, las épocas de los días de crisis y caos, ya qué esos son los mejores tiempos para forjar amantes del valor supremo; Dios en cuerpo y en esencia, Dios en ejemplo y perseverancia, Dios en búsqueda y encuentro.
Déjame narrarte algo que sucedió en el año 1263 de nuestra era. Lo propio y esperado para esos tiempos, Pedro de Praga apareció en un tiempo de la historia. Sacerdote católico y teniendo dudas de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, ya que los vendavales ideológicos de aquella época lo hacían dudar.
Viajaba a Roma, a la tumba de San Pedro y San Pablo, iba en busca de la fe que se le escurría en sus adentros.
Paró en Bolsena, a setenta millas al norte de Roma, llegó a la iglesia de SANTA CRISTINA, santa heroica de los primeros tiempos de la Iglesia, pidió celebrar misa, y cuando estaba celebrándola, al momento de levantar la hostia, al pronunciar, “Este es mi cuerpo”, el milagro sucedió, el pan de levadura se convirtió en carne y éste empezó a sangrar profusa y copiosamente, cayéndole sangre sobre su sotana o lienzo. Doblándolo y dejándolo, el lienzo y la hostia, convertida en carne, sobre el altar, además se derramó gotas de sangre, sobre el piso de mármol.
Avisándole a su santidad el Papa, Urbano IV, del milagro eucarístico, al ver la hostia convertida en la carne de Cristo, se arrodilló a ver al Señor, convertido ante El, en el corporal sagrado, que lo veneran en la capilla de Bolsena, Italia, a la izquierda del altar principal.
!Si! ahí están, ante los ojos del mundo y las pruebas de la ciencia y el ADN confirmando el milagro. El cuerpo y la sangre de Cristo, más de 2000 años después.
