VIRGEN DEL TEPEYAC, POR FAVOR RECIBE A MI HERMANO HORACIO

A LA VIRGEN DEL TEPEYAC

 

Narra la tradición mexicana, que en la palma de la mano de Dios, hace un bello tiempo pasado, en el barrio de Tepeyac, en la hermosa Tenochtitlán, diez años después de haber sido conquistada, entre la sangre y el vino, la espada y el evangelio, cruel paradoja de nuestro destino, caminaba entre casuchas viejas, caminos desolados, poblados en la miseria y heridos por la conquista, un indio de nombre Cuauhtlatuatzin, llamado Juan Diego, por bien de su fe.

El fin de ese viaje era Tenochtitlán-Tlatelolco. Llevaba prisa, le urgía la salud de su tío. Iba al lugar de los pudientes, de los ricos, al lugar de la sede imperial, porque México también fue imperio, y es cuando sucede lo que hasta hoy trasciende. Se encuentra en su camino, con quien ha de decirle: “sabes lo que tengo por cierto hijo mío el más pequeño”.

La tilma o el manto miden un metro sesenta y ocho centímetros de largo, por un metro y tres centímetros de ancho. Y a pesar de los años; los humos de las veladoras y un atentado con dinamita, ésta se mantiene intacta con la tesitura y sus colores naturales.

Los ojos, la brillantez de su mirada, las estrellas del manto y lo asombroso de la variación de las escuelas en los diversos estilos de pintura  le hacen sublime mente excelsa;  hermosa y sobrenatural en su hechura, cual en alcance y contemplación de este mundo, Virgen de Guadalupe, reina de las Américas, es la salvación de México y las américas.

Virgen del Tepeyac, por favor recibe a mi Hermano Horacio, quien el día de hoy a las 10.15 de la mañana, partió a ver al Padre; al Hijo y al Espíritu Santo.

 

 

Autor

Ricardo García Treviño


Comentarios están Cerrados.