CONVERSANDO EN DEBATE
RICARDO GARCÍA TREVIÑO
Hola, te saludo con el gusto de siempre. Los grandes místicos, los que han dejado en su andar, el sembrado de su pisada y la sangre untada de sus enseñanzas, han gritado el alcance del cuerpo que envuelve el espíritu y el alma. ¡La carne, es un carcajo; es un simple carcajo! La ignorancia es la que genera ambición; odio, envidia y los peores males de la humanidad, la COMUNIÓN DE LOS SANTOS, es y significa el profundo distinguir entre el estar; existir y la eterna existencia. El cristianismo, el catolicismo, este último, en su sagrado protocolo eleva a la santidad a quienes en esta estancia, entregaron el carcajo, para saborear la vida eterna, la que Jesucristo, en cada una de sus letras, de sus palabras, de sus expresiones y milagros, quería dejar plasmado en el mundo.
La santidad no es propia de una religión, cantidad de hombres y mujeres, de diversa hechura y formación, la han alcanzado en el anonimato del protocolo humano. La Iglesia católica los distingue; los significa, los eleva al altar, para su intercesión y favores, para facilitar el abrir y caminar del surco de esta vida, que hoy más que nunca, el desencuentro entre el bien y el mal, marca diferencias, sumamente enmarcadas en injusticias sociales y de pleno desconocimiento del valor de la persona.
El mal tiene al bien contra la pared, perjudicando, maltratando y devorando a los más indefensos, tratándolos como artículos; materia prima e inventario de segunda mano. SI EL MUNDO CREYERA EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS, FUERA OTRO.
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