POEMA.
RICARDO GARCIA TREVIÑO.
De los pocos engaños, que Dios hizo creer al diablo, que era lo mejor para mujer y el hombre ya creado sobre la faz de la tierra, fue el petróleo, el diablo sabiendo que era la perdición para la creación, a viento en popa gritaba en prosa y en verso, “el petróleo es el agua bendita del mundo”, con los pueblos disfrutarán la vida y la muerte no tiene cabida.
¡Mentira! ¡mentira! Todo era mentira, el petróleo sirve para sojuzgar a los pueblos, envilecer al hombre y la mujer, cual arrancarle la sangre a la tierra y secar sus alientos de vida, dándoles a los verdaderos dueños de tan preciado bien, el martirio de la ambición del poderoso y con ello el llanto de sus niños y niñas; mujeres y hombres, ancianos y ancianas, y qué decir de sus pueblos originarios que nacieron y crecieron a sus orillas de sus profundos orificios.
Sobre todo, ello, hubo un pueblo, que desde que Dios lo aventuro en un lago, y un águila, prensando una serpiente, alzando la voz mexica, no se dejó vencer por la avaricias de barbados ambiciosos, que en su paso por las tierras conquistadas solo dejo lamento y tristezas; llantos y penurias, pero un día llegó el TATA, y de un solo flechazos los arrinconó en el obscuro muladar de sus destinos y suerte, como fue el infierno, lugar donde nunca volverán a salir.
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