POEMA.
RICARDO GARCIA TREVIÑO.
Una noche, aquel anciano, cabizbajo y meditabundo, la mirada perdida en sus recuerdos de un imborrable amor, cual al salir de aquella iglesia donde se conocieron, cuando eran adolescentes; prácticamente unos niños, donde han transcurrido sesenta cinco años de aquel idilio, luego cada quien tomó el camino que los separó, para después saber.-EL ANCIANO.-de su partida a los lugares de dulces sueños, donde bien le dijo a su hijo ante de ello… “reza por mí, que ya no volveré a verte jamás, dile a Dios, que me perdoné todas las faltas que pude haber cometido”.
Para el anciano tiempo después llegó la tristeza; embriagado por la pesadumbre al saber de su muerte en vida de su amada, aquel amor inolvidable, de aquella mujer que nunca ha podido olvidar, ya que acepta sus recuerdos como enseñanza eterna, para luego cargar con un silencioso llanto y algunas visitas al aposento, donde se encuentra al lado de tu madre y padre, donde al anciano es conducido por la mano sagrada de quien dirige sus pasos hacia a la eternidad, llevándolo a aquella puerta y a aquella ventana que vivieron su martirio llamado amor.
Amor tormentoso y lleno de lágrima, el llanto asignado para litigar juntos el derecho a convivir en el mundo de las estrellas y constelaciones, cual no se sabe quién es quién en la vida de los ángeles y serafines, por ello cuando el anciano se acercó a esa puerta y esa ventana, diciéndole ADIÓS AMOR, se vibro en todas las habitaciones de la CASA DE LOS DULCES SUEÑOS, y en todo el universo, ante la mirada de un santo mulato de las tierras del PERÚ, quien vio nacer a quienes hoy contemplan mundos diferente unidos por la Sagrada Familia, un Ángel sacerdote y la mano bendita del creador, cual queda justificados, que no hay amor sin sacrificio alguno, dentro y alrededor de la CASA DE LOS DULCES SUEÑOS
Conferencia matutina 22 de julio 2025
Comentarios están Cerrados.