POEMA.
RICARDO GARCIA TREVIÑO.
La tristeza invade un alma Errante, busca atribulada una iglesia, donde sentar cabeza, cual cobijo de sus cuitas y infortunios, le den paz y quietud a sus mortificaciones, que poco a poco carcomen su vida y aumentan su sufrimiento ante aquello que sus fuerzas no pueden evitar, entretener el adiós a una vida y la entrega en deuda de esta al creador del universo.
Acude por aquellos lugares que un día fueron suyos, atraídos por el sonar de las campanas, que cuando niño corría y lo hacían vibrar, hasta saciar sus risas y jugueteos, para después hincarse a pedir ayuda y protección de aquello que solo la mano de Dios, podía labrar un destino de paz y armonía, como es la buenaventura, en paralelo a la llegada del Espíritu Santo, en sus travesías del ayer y la luz de la esperanza del mensaje de quien fue crucificado y ahora alzado en encuentro eterno, la transformación de la mujer y el hombre en merecimiento de la resurrección, con solo amar y perdonar, como aquel CUERPO DE CRISTO, ya muerto en Cruz, nos enseñó el camino, la verdad y la vida…
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