POEMA
RICARDO GARCIA TREVIÑO.
Cada vez que me asomo por la ventana y al verte crecer, entre tus hojas verdes; florecillas amarillas, y apuntaladas espinas, bien qué lo haces desde hace veinticinco años o más, cuando alguien de buena espina frente a un río te sembró, sino es que fueron los dioses que cifraron tu destino…
Pienso en mis adentros, qué pensaras Tú de mí, al ver cuando te miro, al oír, cuando te escucho, o sentir cuando te siento, el sentimiento de agua y tierra bendecida desde hace quinientos años atrás, cuando tus raíces luchan contra el mal, en las profundidades de la tierra, y aun en su terreno; tu Huizache, árbol divino, le ganas la batalla.
Por las noches cuando con el aire se escucha tu voz gritar, sálvanos, no nos dejen morir, no nos dejen ahogar con los malos alientos y olores que envenenan, de quienes aun sabiendo la maldad que causan, no hay poder humano que los detenga.
Salvo, Tu Huisache y Tu linaje eterno, quien por la oración envuelta en el follaje de color verde y florecillas amarillas, murmuras por la mañana, cuando al aparecer los primeros rayos del sol y el cantico de los pajarillos matutinos, se escucha decir… “SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, RUEGA SEÑORA POR NOSOTROS, LOS PECADORES, AHORA Y EN LA HORA, DE NUESTRA MUERTE AMÉN”.
Tu Huizache, ARBOL DIVINO, tal como se te conoce desde tiempo inmemorial, cual son las noches donde y cuando dialogas, y son tus platicas envueltas en viento, a veces suaves; a veces bruscas, donde espinas; tallo y florecillas amarillas marcan la pauta de un sonido celestial, que iluminan la faz del lugar al aparece la divina trinidad, que siempre te protegerá.
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