LA EMBOSCADA DEL DIABLO. PARTE FINAL.

CUENTO

RICARDO GARCÍA TREVIÑO

José Salvador, la “ardilla”, no daba con pie a lo que veía. El “diablo” se portaba como una santa palomita. Hasta un Cristo, el que su papá y mamá, tenían en el respaldo de su cama.-cuando vivían.-se sorprendió, y moviendo la cabeza, no creyéndole, y no dándole crédito a lo que divisaba de cerca. El diablo a Cristo, no engañaba.

Al fin, José Salvador, la “ardilla” reacciona y le pregunta. ¿De dónde sacaste tanto dinero para arreglar la casona? hasta el patio y el traspatio, lo cambiaste todito. Válgame Dios, ¿de dónde sacaste la plata? ¿Acaso te hallaste un tesoro? ¿Qué bonitas huerta de naranjas tienes; las mejores de Monte Morelos? qué pues ¿Cuéntame?

El “diablo”, lo mira con detenimiento, y en sus adentros piensa, este ya no es el mismo que antes, ¿qué lo cambiaría? Y espontáneamente responde. Primero que todo, perdóname todo lo que te hacía hace veinte años, mismos veinte años que no te miraba, y estos me sirvieron para reflexionar.-no era cierto ni siquiera se acordaba de él.-y darme cuenta que somos hermanos, y los únicos, ya que los otros hermanos.-tres.-no se había logrado, habían muertos, también lo trágico los alcanzo. Uno a balazos y los otros dos en accidentes, que no fueron tales, la camioneta donde los encontraron, estaba rociada de balas y totalmente quemada.

montemorelos

Dame un abrazo y a olvidar la tumbas y las chingoteadas que te daba. Soltando una carcajada, le dio el abrazo del oso, o mejor dicho, el abrazo del diablo. Por poco lo ahogaba, cuando lo vio rojito, y en las orillas de lo rojito; moradito, lo soltó, ya que si no lo suelta, le quita la respiración y la vida. La envidia y todas las demás maledicencias, no habían desaparecido. El diablo; seguía siendo el diablo, nada más faltaba, la gota que derramara el vaso agua, para que se les apareciera satanas.

El convivio, era en grande, los invitados llegaban de todas partes, el cumpleaños del “diablo”, la bebida y la comida, reunía a los lugareños de Monte Morelos. El “diablo” jala a la “ardilla”, llevandoselo a otro lado, fuera del lugar, donde se divertían los invitados, y le cuenta.
Atrás del baldío pasa un ducto de gasolina, de allí le cortamos una “ordeña”, y hay dinerito para todos.La «ardilla» sobresaltado, le pregunta ¿Al jefe de la policía, no le tienes miedo, que te agarre? Soltando la carcajada, el «diablo le dice, le contesta. Hay dinerito para todos, y él es el primero de la lista a quien le reparto, y a quien reparte él, no es cosa mía, yo no sé. Vamos no te asustes, mientras se pueda, hay que seguir jalando.
La “ardilla” guardo silencio, para después decirle, cuídate, esas cosas cambian en un ratito, acuérdate que el viejo.-papa.-y la vieja.-mama.-eran muy derechos, no les gustaba andar chuecos. Vamos; vamos, no me sermones, no vaya a ser que se me meta lo “diablo”, y no responda, y colocando su brazo en los hombros de la “ardilla” se encaminan hacia la casona, llena de gente por todos lados, sobre todo en el patio central, convertido en pista de baile. Allí los invitados hacían un grupito compacto, una rueda de gentes y había mucho alboroto. Pues que traen estos, que se ven muy contento. a quien quieren ver, que están harto alegres, interpela el «diablo», a la «ardilla»y abriéndose una brecha entre los lugareños, llego a quien estaban admirando.
¡Era la mujer de la ardilla! Una hermosa norteamericana. Esbelta; blanca, ojos verde y medía uno setenta de estatura. Una belleza, era la esposa de José Salvador, la “ardilla”. Chingale, la envidia y la rabia, se apoderó del diablo, que hasta el color negro de su piel, se puso roja, un rojo tan intenso, que parecía que los ojos se le iban a saltar. ¿Qué te pasa, porque te pones así? ¿Qué tienes? sorprendido le dice la «ardilla». Tú esposa, es mucha vieja para ti, le grito el “diablo”. Yo la quiero para Mí, y no te metas en el camino, no te brinques la cerca, porque si le atoras, de aquí sales con los pies por delante, muertito, para que te reciban los angelitos en el cielo. lo dicho por el «diablo», era sentencia y lo sabía la «ardilla», ya que lo conocía desde niño, y por lo visto nunca había cambiado.
Sin dar tiempo de nada, la “ardilla” desenfunda una saca tripas.-navaja en curva.- de entre su ropa, y de un certero navajazo en el cuello, lo deja sin vida.

Ese era el “regalo” del diablo; para el diablo. Los invitados aplaudieron a la “ardilla” y lo dejaron escapar, el «diablo» se había hecho odioso, hasta para sus complices, ni el mismisimo satanas lo quería.
…“Vuela; vuela palomita, la “ardilla” voló a los Ángeles, allá nadie supo nada de satanas y su «regalo», ya que dentro de las diabluras del diablo, fue el jefe policiaco, quien se quedó con la ordeña.
Vuela, vuela palomita, en los hermosos cielos de Monte Morelos, y dicen que en el pueblo, racherías y veredas, la gente se quedó feliz, por la muerte del «diablo», y las habladurias recitan, que la cabeza se aparece en el patio de la casona, y se oye a los viejos llorar, por la tragedia pasada, ya que la casa quedó maldita, por las cizañas del «diablo».
Vuela, vuela palomita, en los hermosos cielos de Monte Morelos, Dios le ha mandado un Ángel, para cuidarlos del diablo.

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