LA RANA Y UN BUEN SAMARITANO.

CUENTO.

RICARDO GARCIA TREVIÑO.

Un día, de esos dias que el agua que cae del cielo,  te obliga a mantenerte  en la madriguera, cueva, covacha o en las orillas del río que desemboca en el  golfo de México y pasaba por donde  la Rana solía a tomar el sol, y en ello a contemplar aquellos vetustos árboles de más de cien años de edad, que  lucían imponentes y majestuosos; prácticamente eternos, solo amenazados  por la falta de responsabilidad y cuidados de la naturaleza del hombre y la mujer, alejados de la naturaleza, amén del surgimiento de un gobernante loco, que quiera hundir al mundo en un torrente de azufre de sufrimiento eterno. 

La Rana, la misma que ya no era joven, cual tenía diez años y le quedaban máximo dos. Se deslizaba lentamente y de vez en cuando tiraba un salto de 21 centímetros de largo, siendo esto  un verdadero y desafiante reto. El termino de vida de una Rana, son doce años.

Repentinamente y cuando gozaba un estanque, antes sus ojos aparecio un hombre, que  jamás lo había visto antes, inclusive  llegó pensar, que aquello donde ella habitaba, era el paraíso. 

Se miraron fijamente, sus ojos grandes de la Rana, espantados no dejaba de parpadear, estaba acorralada, el estanque de repente se hizo más grande de lo habitual, su miedo hacía ver el estanque  tres veces mayor, la muerte le acechaba, estaba a merced de un samaritano, acostumbrados a matar Ranas y hasta comérselas.

Los segundos de la manecilla del reloj de la vida de la Rana, parecían ser los últimos, aquello era el final, adiós días felices; adiós sombra de aquellos árboles gigantescos, adiós el ladrido de los perros que compartían la fauna, la flor y el río, solo un milagro podía salvarla, el fin era inminente.

El buen samaritano, observó a la Rana, con sus ojos y su corazón de buen samaritano, cuando se acerco para verla mejor, vio en la Rana el espanto y miedo que jamás haya visto en su vida, y sin pensarlo dos veces, se agacho sobre el estanque, donde se encontraba, la tomó entre sus mano, con una extrema delicadeza  la dejo en un lugar seguro; el milagro se había realizado, la fervor de otros, salvo a la Rana, quien se alejó contenta y llena de fe, con esperanza canturreaba el milagro, ya que el buen samaritano era un ferviente creyente de Dios y la vida; de la naturaleza y las Ranas, que vivían en su entorno y que sus cantos a todos hora del día y la noche, donde lo aprestaba a ser feliz y fortalecer con sabiduría; inteligencia y fortaleza, los caminos propios de la vida.

 

 

Conferencia de Prensa 3 de Mayo 2022

 

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