LUZ Y FLAMA.
RICARDO GARCIA TREVIÑO.
José Luis, nunca creyó en la muerte, por ello cuando se fue hace diecisiete año, su semblante no mostró miedo, y su amor por su familia, en esta tierra y en el cielo es perenne; invisible y eterno, de allí que cuando se visita su casa su estadía se siente, se vive y se palpita y no solo eso, sino cuando al caer la aurora y cae la noche José Luis, se hace presente y recorre las casas de los suyos y de en vez cuando visita a un hermano que le guardaba cariño especial y juntos viajan y pláticas las cuitas de ese momento, si el de los dos mundos, el cual José Luis, desde niño sabía que existía.
Vivir entre dos mundos no es cosa de poca monta, tiene sus bemoles y que se corre el riesgo de no habitar en ninguno de los dos, así vivió José Luis, hasta el día que abandonó este mundo para habitar en el cielo; en la bóveda celestial, aprovechando y haciendo valer aquellos tiempos de preadolescente donde fue monaguillo.
José Luis, es una ´persona de poco hablar, por cierto, cuando merodeaba por aquí fue hombre de trabajo diario, donde nunca había descanso, descansaba haciendo Adobes, como dice el refrán, pues bien anoche, el hermano que bien aprecia José Luis, hizo plan para verlo, nunca lo había pretendido, pero anoche quiso y lo busco y José Luis no se dejó ver, aunque allí andaba y en su lugar estaba Horacio, el otro hermano, quien destacó como deportista; profesionista y buen esposo; padre y abuelo, con un bat en la mano asomaba un semblantes triste y melancólico, cual con un ave maría y un rosario la tristeza quedó atrás, cuando José Luis, dejó la charla para otro día y se carcajeo por aquello del día de los muertos y la ignorancia del hombre y la mujer en esta tierra, próxima a evaporarse por las ambiciones de quienes no entiende que la vida no tiene muerte, y que es el amor, el mismo que el lego a su esposa y descendencia, orgullosos todos de JOSE LUIS GARCIA TREVIÑO; esposo; padre, abuelo y mentor.
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