Archivos de abril 9th, 2014 | Página de los Archivos del Día

CRONICA EN LOS TIEMPOS DE LA PASION

miércoles, abril 9th, 2014

POR RICARDO GARCÍA TREVIÑO

Cuando aquel joven Galileo fue crucificado y muerto en cruz, un sinfín de amantes de la letra, historiadores, poetas y propagadores de noticias, se encargaron de dar a conocer los hechos sucedidos.

No era posible dejar de hacerlo, no era un cualquiera al que le habían sacrificado, fue alguien que en tres años hizo una multitud de milagros, que era imposible el negarlo, cientos de personas lo testimoniaron con su propia experiencia.

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Un ciego veía, un paralitico caminaba, un leproso había sido sanado, a un epiléptico lo sano, y una multitud de hambrientos los alimentó con unos cuantos panes y unos cuantos peces, los multiplico a la vista de todos y luego para dejar más patentizado el hecho de ser hijo de Dios, resucitó a Lázaro y a otros más les devolvió la vida, después de haber cerrado los ojos en muerte, por eso la acusación dentro del falso juicio, fue por difamación, porque Él se decía hijo de Dios como lo era. Lo demás fue parte de testimoniales, más falso que los propios acusadores.

Los historiadores fueron sacudidos por los hechos, el Imperio Romano y sus sistemas de inteligencia, así como las clases sacerdotales, pasmadas y estupefactas, estaban sorprendidas y pensando que la crucifixión era la solución de sus penurias, cuando lo ejecutaron.

Más cuál fue su sorpresa, al tercer día se le volvió a presentar con sus discípulos, y luego más tarde a mayor gente. Había vuelto. Había resucitado. Estaba vivo.

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Aquello ha de haber sido asombroso y majestuoso. El asombro colectivo era arrasador, Jesucristo estaba vivo, sus palabras, sus mensajes y su doctrina, se perpetuarían en los tiempos.

Nadie lo refutó, nadie pudo negarlo, ninguno lo negó y desde entonces sus seguidores se dan por millones y sus sacerdotes están dispuestos a dar esta vida por El, porque están convencidos en conocimiento cierto, que la verdadera vida, es la continuación de esta, la que el joven nazareno enseñó y aleccionó y no está apariencia que le llamamos vida terrenal